Opinión

La obligatoriedad de estar siempre bien: Positividad Toxica

Constantemente, se nos dice que la clave para encontrar la tan huidiza felicidad es ser capaces de silenciar cualquier atisbo de negatividad que aparezca en nuestra vida. 

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El auge del llamado “pensamiento positivo” está presente cada día de forma más o menos sutil a través de las redes sociales, con memes y lemas que proliferan hasta en las tazas y las camisetas.

La cultura del positivismo tóxico ha calado de tal forma que hemos normalizado el hecho de recibir consejos de este estilo ante cualquier situación. «Saldremos mejores» era la frase que más se leía en las redes durante los primeros e inciertos tiempos de la pandemia.

Constantemente, se nos dice que la clave para encontrar la tan huidiza felicidad es ser capaces de silenciar cualquier atisbo de negatividad que aparezca en nuestra vida.

Incluso cuando nos enfrentamos a duelos y rupturas, enfermedades y pérdidas, nuestra sociedad deja poco espacio (y siempre breve, en cualquier caso) para hablar de nuestros verdaderos sentimientos, procesarlos y de este modo, sentirnos mejor. Parece que ser positivo es la respuesta estándar para todo.

El empuje de lo positivo alcanza a todas las áreas de nuestra vida. Se supone que debemos ser felices en el trabajo, en casa, en nuestras relaciones, incluso cuando nos enfrentamos a un trauma o a una gran pérdida.

¿Qué es la positividad tóxica?

La positividad tóxica es la actitud que mantiene un optimismo permanente y excesivo ante cualquier circunstancia, negando, invalidando y minimizando los demás estados emocionales que forman una experiencia humana genuina.

Este estado de felicidad desbordada y continua tiene su origen en una sociedad que reproduce todo el tiempo el ideal de felicidad, productividad, positividad y éxito. Condenando el resto de colores que dan forma al amplio arcoíris de actitudes y emociones y, por lo tanto, creando expectativas que no corresponden a la realidad.

La positividad tóxica también parte de un enfoque irresponsable de la psicología positiva que asume a la felicidad como el único sentimiento válido y la lleva hasta extremos patológicos, evitando una expresión auténtica de las demás emociones.

Los problemas de querer ser positivo continuamente y en exceso

Esta actitud, en apariencia sana e inofensiva, se reproduce rápidamente en redes sociales, desde perfiles de influencers y otras personalidades. Sin embargo, tener una actitud de positividad tóxica hacia otros todo el tiempo puede llevar fácilmente a la indolencia, el individualismo y la falta de empatía.

Si una persona cercana tiene problemas y lo está pasando realmente mal, es importante aprender a escucharla, validar sus sentimientos y en la medida de lo posible ofrecer un apoyo real o una escucha sincera. No obstante, muchas personas con una positividad tóxica resultan incapaces de compartir emociones negativas, aún con su círculo más cercano.

Responder con un “todo estará bien” o “solamente sé feliz”, o minimizar lo que siente alguien más por el simple hecho de que se trata de una circunstancia negativa es un síntoma de positividad tóxica.

Este camino también lleva a negar la experiencia de la otra persona y minimizar sus problemas con argumentos tan vacuos y carentes de toda realidad como “si deseas algo, el universo conspira a tu favor” o “mira el lado positivo”.

La negación de la realidad

Cuando se lleva al extremo, la positividad tóxica también es una manera de negar la realidad y todos sus matices.

Algunas personas que son positivas en exceso terminan por mirar el mundo desde una sola óptica, la del bienestar desbordado como el único sentimiento válido para ellos. Una careta que tarde o temprano termina por caerse y revelar un cúmulo de sentimientos ignorados en su interior.

Esta actitud no sólo genera estrés y un desgaste considerable, sino que en el fondo oculta la expresión de sentimientos tan comunes para todo el mundo como tristeza, miedo o inseguridad. A largo plazo, pretender que no existen altibajos en la vida diaria y que todo es color de rosa es una forma segura de caer en una profunda depresión.

Pasar por momentos de tristeza, fracasos y decepciones es completamente normal y forma parte de un efecto adaptativo crucial para cualquier persona. Experimentar episodios de “sensaciones negativas” es sano, siempre y cuando éstas no se conviertan en patológicas.

Mantener una actitud crítica hacia cualquier aspecto de la vida no solo es vital, también ofrece una visión realista de cualquier situación y conlleva importantes enseñanzas de vida, lo mismo que aceptar los tropiezos y errores.

Negarlos sería igual a ignorar la posibilidad de ser una persona más sabia cada día.

Si crees que tu actitud de vida se alinea con la positividad tóxica, es momento de repensar si eres lo suficientemente sincera contigo o estás negando algún sentimiento, así como relajarte y darte cuenta que fracasar es normal y sentirse triste o insegura es completamente sano y una parte esencial de la experiencia humana.

Las consecuencias de reprimir nuestras emociones

Reprimir emociones es, una estrategia poco efectiva y nos acaba provocando malhumor, sentimientos negativos acerca de las interacciones sociales e incluso una disminución de los sentimientos positivos que tanto anhelamos.

También tiene graves consecuencias para la salud física, puesto que no importa qué tipo de emoción decidamos suprimir, positiva o negativa. Hacerlo va a implicar estrés para el cuerpo, que se traduce, por ejemplo, en un impacto en la presión arterial, en una disminución de la memoria y un incremento del riesgo, entre otros, de sufrir enfermedades cardíacas.

Evitemos forzar la positividad en exceso, y aceptemos los malos momentos

Forzamos la positividad en nosotros mismos, y en los demás, porque la sociedad nos dice que sentirse de otro modo es un fracaso.

La negatividad es vista como el enemigo, y nos castigamos a nosotros y a los que nos rodean si sucumbimos a ella en algún momento. El mandato parece ser: si no eres capaz de verle el lado bueno a un asunto debe de ser porque no lo estás intentado lo suficiente. Y si eres negativo, te conviertes automáticamente en una carga para los demás.

Ante la positividad tóxica, reivindiquemos aquí la positividad saludable, que es la que nos permite dejar espacio tanto a la realidad como a la esperanza de que las cosas pueden cambiar.

Negar emociones

La positividad tóxica, en cambio, niega una emoción (sobre todo las más difíciles de sentir) y nos fuerza a suprimirla, como si no fuera adecuada. Es importante recordarnos a cada momento que es normal que haya cosas que nos disgusten.

Que el mundo puede resultar un lugar abrumador en ciertas ocasiones, y que hablar de esas cosas que nos preocupan y que nos importan no es “ser negativo”.

Aunque es cierto que habrá personas que no serán capaces de apoyarnos cuando lo necesitemos, eso no significa que seamos demasiado sensibles o que debamos dejar de expresar nuestros sentimientos. De lo que se trata es de elegir bien con quién lo hacemos.

Los expertos empiezan a advertirlo: forzarse a ser positivo nos conduce a una supresión de ciertas emociones, algo que resulta dañino para el cuerpo, la mente, nuestras relaciones y la sociedad. 

Tamara López

Graduada en Trabajo Social. Máster en Educación Social y Animación Sociocultural.

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