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Son diversas las emociones que sentimos ante la noticia actual sobre las restricciones y el uso de las mascarillas. Su uso ha hecho que valoremos la importancia de facetas o aspectos que hasta ese momento pasaban desapercibidos. Como el gran valor de la comunicación no verbal y el poder respirar libremente. Por otro lado, nuestros ojos y el tono de voz se han convertido en los grandes protagonistas durante estos dos años para demostrar nuestros estados emocionales.
Efectos psicológicos
Surge la incertidumbre de saber como reaccionará la población y los efectos psicológicos que puede producir esta nueva medida. Ya que durante dos años hemos convivido con la mascarilla a diario y su retirada, apuntan expertos que, puede provocar cierto miedo y vulnerabilidad. A priori y por lo general, con esta medida se espera un impacto psicológico positivo en la población. E ira reduciendo los efectos de la fatiga pandémica relacionada con las restricciones y medidas de precaución tomadas durante estos dos años y que todavía conservamos.
El foco está en como la población interpreta este medida, por un lado, encontramos a personas con muchas ganas de eliminar su uso en espacios abiertos. Esto va acompañado de un sentimiento de seguridad por lo que tienen el sentido del peligro más bajo y piensan en las ventajas que comportan: respirar más fácilmente, comunicarse mejor, sentir cada vez más cerca la vuelta a la normalidad, etc.
Por otro lado, podemos encontrar a personas reacias a quitarse las mascarillas cuando esté permitido, su sentido de peligro está más despierto. Pueden ser más hipocondriacas y piensan que la decisión es prematura y todavía pueden producirse contagios.
Síndrome de la cara vacía
Además de esto, para muchas personas la mascarilla, más allá de su función protectora, ha sido un elemento de seguridad psicológica y protección a lo desconocido. Ayudando a sentir seguridad al tapar parte de la cara y contribuir a sentir mayor comodidad. Los expertos definen este suceso como “síndrome de la cara vacía” aunque no está reconocido como tal, se trata de un fenómeno que surge a raíz de un sentimiento de inseguridad al desprenderse de la mascarilla.
Es importante destacar que tanto las personas mas prudentes como las personas que desean volver cuanto antes a la normalidad tienen libertad para decidir si usarlas o no. Salvo en los espacios donde todavía hay restricciones y es obligatorio su uso, como en centros de salud, transportes públicos, etc. Por lo tanto fortalece la capacidad de decisión ayudando a que cada persona opte por la alternativa que más cómoda le haga sentir.
Por esta razón es necesario respetar los ritmos de cada persona. Teniendo en cuenta que a cada una le afecta de modo distinto y por este motivo puede ir poco a poco haciéndose a la nueva realidad.