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Después de cada crisis que ha habido en el territorio español, son los jóvenes quienes sufren las consecuencias. No solo al corto, sino también al largo plazo.
Investigaciones afirman que, en España, a partir de la década de los ochenta del siglo pasado, se inició una progresiva flexibilización del mercado de trabajo. Con la reforma laboral iniciada en el 2012 se consolidó un modelo de empleo juvenil precario. Que sitúa actualmente a las personas jóvenes en peores condiciones que las que afrontaron generaciones anteriores.
Esto se refleja en que las y los jóvenes de hoy en día perciben, en general, salarios más bajos que los de sus antecesores y la duración de sus contratos laborales suele ser también menor.
Deterioro de las condiciones laborales de la juventud
En conjunto, se muestra el deterioro de las condiciones laborales de la juventud en España en la última década y pone de relieve la heterogeneidad del colectivo juvenil, en el que coexisten distintas realidades. Esta situación conlleva que las personas pertenecientes a esta franja de edad se sitúen en un punto de partida de mayor vulnerabilidad ante el contexto de crisis derivado de la covid-19.
La pandemia ha empujado más hacia el abismo a una generación de jóvenes que aún no se habían recuperado de crisis anteriores, como la de 2008, que ya sacudió el mercado de trabajo.
Nuestros jóvenes han encadenado la crisis económica con la crisis pandémica, y no consiguen la estabilidad que necesitan para desarrollar un proyecto de vida digno.
El modelo de precariedad laboral en nuestro país
La crisis financiera de 2008 marcó el pistoletazo de salida para la precariedad laboral, y afectó especialmente al colectivo precario y más inestable de la generación de jóvenes incorporados ya en el mercado laboral. El punto más duro fue el año 2013 y finales de 2012. Con lo cual, estos problemas que ya se aventuraron en 2008 (el aumento del paro, bajada de la ocupación, destrucción de empleo) solo fue el comienzo.
En esa primera crisis, las personas jóvenes sufrieron los efectos de la primera crisis financiera al ser especialmente golpeados. Al tener contratos temporales y con menos antigüedad, quedaron mayoritariamente a la calle. Fue una crisis, que creó precariedad laboral en todos los sectores, pero no con todos los perfiles se destruyó el mismo nivel de empleo. Los datos muestran que se ha destruido empleo, sobre todo, en las personas jóvenes, también en esta crisis.
Atendiendo a los datos, según el informe juventud y mercado laboral (2020) del Ministerio de Trabajo, la tasa de empleo de los jóvenes entre 16 y 24 años descendió del 41,9% en 2007 al 23,2% a finales de 2019.
Además, según ese mismo informe, la tasa de empleo cae en todos los niveles de estudios. En 2007, la tasa de empleo de los jóvenes (16 a 24 años) con estudios altos estaba en el 57,5% y a principios de 2020 bajó hasta el 53,1%. Lo mismo ocurre con los jóvenes de 16 a 29 años. La tasa de empleo ha bajado del 74,4% en 2007 al 66,7% a principios de 2020.
En desempleo durante meses
Hoy en día, la norma es que una persona joven se encuentre en desempleo durante meses. Los empleos a los que se puede acceder, tienen unas condiciones muy deficientes: sueldos bajos, pocas horas de cotización, y la temporalidad por bandera.
Hoy en día resulta casi impensable que te hagan fijo en una empresa. Es más, los contratos de más de un año son muy difíciles de ver. Y esto ocurre en la mayoría de los sectores, independientemente del nivel de estudios y formación que los jóvenes tengan.
Nos encontramos en situaciones que no tienen ni pies ni cabeza: si tienes menos estudios, te piden más; si tienes una carrera, master, etc., estás sobre cualificado, y si tienes justo el nivel de estudios que te piden, no tienes la suficiente experiencia.
A los jóvenes se les exige un nivel de experiencia prácticamente imposible de alcanzar con este modelo de mercado laboral que tenemos. Además, muchos son los jóvenes formados para una ocupación, que no pueden encontrar un empleo acorde a sus estudios, y debe emplearse en otras ocupaciones que poco o nada tienen que ver con su formación.
El ritmo y modelo de vida que los jóvenes no pueden alcanzar
La precariedad laboral es uno de los grandes problemas que definen el panorama actual: más de la mitad de los contratos de los jóvenes menores de 30 años son temporales, según el INE.
Las nuevas generaciones tienen dificultades para encontrar un empleo estable a pesar de contar con estudios superiores. Se trata de una generación formada, con unas expectativas de futuro que no se van a cumplir.
En España, la edad media de emancipación es de 29 años, una cifra muy por encima de la media europea, que se sitúa en 26 años, según datos de la Oficina Europea de Estadística, Eurostat. Para sus padres, sin ir más lejos, por ejemplo, era impensable emanciparse a los 30 años.
Modo de emancipación
Además, hay que atender al modo de emancipación que los jóvenes que lo logran, pueden acceder: o bien se vive en pareja, con dos sueldos, en alquileres desorbitados para la calidad de la vivienda en la que se encuentran; o acceden a una hipoteca mediante préstamos y endeudamientos a muy largo plazo, o se debe de compartir pisos pequeños con otras personas para poder cubrir los gastos.
Y es que tenemos una cultura muy focalizada en que la familia asuma la formación y la emancipación temprana de los jóvenes, algo que en otros países cubre el Estado y que permite a la gente independizarse mucho antes.
Los proyectos “clásicos” de vida, ahora resultan muy complejos de conseguir: estudiar, encontrar trabajo, independizarte, y formar una familia. Son imposibles de conseguir, o al menos, en el “plazo” establecido socialmente. No es extraño que los jóvenes ahora no puedan comprarse un coche hasta pasados los 30, o una vivienda, o permitirse tener hijos.
Y es que, esta situación deriva hacia un «deterioro tendencial». Los expertos sostienen que aquellos que empiezan con un mal empleo en España, tienen por delante una etapa de precariedad de, al menos, cinco años y casi un tercio más de probabilidades de persistir en esas condiciones a medio plazo.
La consecuencia de todo esto, se debe a que no ha habido una política estructural de juventud en España, por lo que en momentos de crisis ese déficit se vislumbra más. Al final, una persona joven, para salir adelante con su vida, depende de sus recursos, pero también de los de su familia. No puede contar con que haya un parque de viviendas público, o empleos que faciliten su emancipación, y la gestión de un proyecto de vida.
El camino para poner solución esta grave problemática
El Gobierno mira con optimismo las nuevas previsiones, aunque el Banco de España, el FMI y la OCDE consideran que el crecimiento en 2022 será todavía bajo y tampoco creen que el paro vaya a reducirse.
Ante esta compleja situación que afronta la juventud española, se requeriría un nuevo marco de relaciones laborales que recupere el principio de estabilidad en el empleo, reduzca el uso de modelos de contratos temporales y vele por la calidad de las ofertas de trabajo.
Asimismo, se plantea la necesidad de que las políticas de juventud impulsadas consideren la heterogeneidad del colectivo juvenil y ocupen un lugar central en el conjunto de las políticas públicas y en la consecución del estado del bienestar futuro de la sociedad.
Si bien parece que alguna vez se lanzan planes de empleo, se debería de reestructurar todo el sistema del mercado laboral.
El abusivo uso de los contratos temporales, debe de regularse de tal forma, que tanto la empresa como el trabajar tengan un equilibrio que les permita a ambos obtener beneficios. Y que, además, permita al joven trabajador encauzar una carrera motivadora y con oportunidad de promoción.
Nuestros jóvenes no pueden llegar a los 30 años, sin posibilidad de emanciparse o llegando a fin de mes a duras penas. Viéndose obligados al pluriempleo en horarios excesivos que superan con creces la jornada laboral legal en nuestro país. Viviendo exclusivamente para trabajar y ganando salarios precarios sin margen alguno para poder ahorrar.